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Bailes en la catedral. Lo que pude decir y no dije

05/10/2012

El pasado año tuve el honor de ser el pregonero de la Semana Santa de Segovia en la catedral de Segovia y, ahora, en nombre de la ciudad y los diez sexmos de su Tierra, el Oferente de los frutos de Segovia y su Tierra a su patrona la Virgen de la Fuencisla. He representado a 129 pueblos, 84 pertenecientes a la provincia de Segovia, 4 a la de Ávila y 21 a la de Madrid. Además de la ciudad de Segovia, lugares tan emblemáticos como El Escorial, Navalcarnero, y Rascafría, una villa en la que, precisamente por pertenecer a la Tierra de Segovia, el rey Juan I firmó en la villa de Turégano, sede oficial de la Cancillería y Audiencia del Reino hasta que el rey Juan II la trasladó a Valladolid, el Acta Fundacional del Monasterio de El Paular.
De los 130 lugares por mí representados en la tarde lluviosa del día 28 de octubre, solo estaban presentes en la catedral de Segovia, llena a rebosar, la ciudad de Segovia y la villa de Turégano; magníficamente representada por su alcalde, su párroco, más de 30 personas ataviadas con sus mejores galas y trajes regionales (hombres, mujeres y niños) y otros cincuenta tureganenses en el primer templo de la diócesis. La ciudad de Segovia y su tierra, y la villa de Turégano, históricamente “enemiga” de esa Comunidad de Ciudad y Tierra.
Hace casi mil años (1123), don Pedro de Agén, el primer obispo de Segovia, pidió a doña Urraca, la reina de Castilla hija del rey Alfonso el Sexto, que le concediera la villa de Turégano “para que le perteneciera por siempre jamás exclusivamente a él y a sus sucesores”.
Desde entonces, mis antepasados no convivieron muy pacíficamente con los habitantes de esta ciudad y su tierra. En mi libro "El Señorío Episcopal" expliqué detalladamente algunos de “los pleitos que en el siglo XV sostuvieron los concejos de Segovia y Turégano”. Litigios y movilizaciones, especialmente por el aprovechamiento de pastos, que intentó poner fin una “Provisión del Rey don Enrique IV, dada en Segovia a 11 de junio de 1450, ganada por el concejo de Turégano”.
Por aquel entonces, la Tierra de Segovia estaba dividida en once sexmos, o demarcaciones administrativas y fiscales: San Martín, El Espinar, San Millán, La Trinidad, Santa Olalla, Cabezas, San Llorente, Posaderas, Valdelozoya, Casarrubios y Valdemoro (los tres últimos, al sur de la sierra del Guadarrama). Los límites territoriales con el concejo de Turégano se perfilaban con tres de estos sexmos, el de Cabezas, el de Posaderas y el de San Llorente. El primero, por las coteras de Escalona del Prado, Sauquillo de Cabezas y Otones; el segundo, por los confines de La Cuesta y Muñoveros; el tercero, por la zona de Torreiglesias.
Los sexmos no agrupan necesariamente núcleos de población próximos entre sí. El sexmo de Posaderas abarcaba aldeas muy distantes entre sí, ya que las razones de este tipo de agrupación eran exclusivamente de origen fiscal.
En cumplimiento de la Provisión y Real Cédula citada, el Concejo de Turégano escribió una carta al Ayuntamiento de Segovia para proceder de inmediato a la delimitación de los términos entre los concejos de la villa y la ciudad. Pero las aguas no discurrieron por el cauce señalado y, como las órdenes reales no eran cumplidas con exactitud, el 15 de diciembre del año 1458 el propio don Enrique promulgó una nueva “Provisión Real, dada en Segovia y refrendada por Alvar García, para que se determine por el licenciado Pedro Sánchez los pleitos y contiendas entre dicha ciudad de Segovia y la villa de Turégano, sobre la partición y aprovechamiento de pastos”. Tan poco entonces se zanjó aquella guerra judicial. Varios meses después, el Rey se vio obligado a dictar una tercera “Provisión para que Pedro Sánchez de Burgos, vecino de Segovia, vea y determine los pleitos y debates entre dicha ciudad y la villa de Turégano sobre el aprovechamiento de los pastos contiguos a dicha villa”. Y como aquel litigio llevaba camino de convertirse en pendencia callejera, unos años después el rey Enrique firmó una nueva Provisión, despachada en el año 1461 a petición del Obispo de Segovia y señor de Turégano, Juan Arias Dávila, para que “ninguna persona pudiese cortar ni rozar el Monte y Dehesa de la Villa de Turégano, sin licencia del Sr. Obispo y sus sucesores, y para que Su Ilustrísima pudiese poner guardas”.
Como cincuenta años después, la guerra entre Turégano y la ciudad de Segovia y su Tierra seguía al rojo vivo, la reina doña Juana, a súplica del obispo Diego de Rivera, le encargó “a él y a sus sucesores al frente de la diócesis segoviana, la conservación y cuidado de la Dehesa y Monte de la villa de Turégano”
Siglos después, al finalizar el poder político y temporal de los obispos, la villa de Turégano fue acogida en el sexmo de Posaderas de la Ciudad y Tierra de Segovia. Desconozco si fue acertado el encomendar la Ofrenda 2012 a su patrona la Virgen de la Fuencisla al cronista oficial de la villa históricamente “enemiga” pero, en fin, con la emoción de bailes segoviano en la catedral y con el recuerdo de lo que pude decir y no dije, al filósofo Jorge Santayana me acojo: “La vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla”. Porque el fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo cuando has olvidado el fin.


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