1861.- De incendios y martingalas17/05/2016
Dicen los expertos, bomberos y no bomberos, que a los incendios desaforados y contaminantes hay que atacarlos poco a poco y mediante cortafuegos.
Nada que ver con el desastre ecológico de Seseña, un pueblo de Toledo que en mi época de delegado en aquella provincia estaba dividido en dos Seseñas, la nueva y la vieja, y en ambas tuve más de una responsabilidad y competencia; en la nueva, hasta una granja escuela.
Finalizada la Guerra Civil, en agosto de 1939 se creó la Dirección General de Regiones Devastadas que dependía del Ministerio de la Gobernación y se construyó una nueva Seseña, la que está al borde de la carretera nacional IV de Madrid a Andalucía.
Seseñas aparte, hoy estamos instalados en algunos incendios políticos altamente contaminantes. Fuegos promovidos en el rebufo de las pactos y alianzas sin martingala que se hacen cada día en la España del electoralismo sin prejuicios.
La martingala, coloquialmente hablando significa “artimaña o ardid para conseguir o eludir algo”, pero en su acepción original es una correa que se pone en la boca al caballo para que no se desmande y para evitar que levante la cabeza más de la cuenta. Ambos tipos de artimaña se utilizan en los incendios políticos descontrolados y en las martingala más congruentes. Algo habría que hacer para evitar que algunos levanten la cabeza más de la cuenta.
En la martingala de los incendios políticos Pedro Sánchez está repartiendo la piel del oso antes de matarlo, y hasta nombrando gobiernos en la sombra: Josep Borrell, Rafael Bengoa, Gregorio Cámara, Ángel Gabilondo, Jordi Sevilla, Sami Naïr, Teresa Ribera, Margarita Robles...
Si Pablo Iglesias colocó de número dos por la provincia de Zaragoza a José Julio Rodríguez para las elecciones generales del 20-D, el Jeme particular de Zapatero y la Chacón, ahora ha sido estacionado como número uno por la provincia de Almería, algo así como nombrarle vigilante de la playa y encaramarlo en una torre sobre la arena. José Julio nació en Orense y siempre supo ejercer de gallego. Se le adivina en la Almería “que brilla en los caireles manojito de claveles”, como cantaba Manolo Escobar, y guiñando un ojo a la millonaria Bescansa del niño aquel que, en la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez, parecía un hijo de la tribu que formaba parte del grupo de personas que deciden tener hijos e hijas en común y viva la madre que les parió. Con sus propuestas mentecatas, su señoría Ana Gabriel Sabaté, una persona casi desconocida en Cataluña y anónima en el resto de España, se está haciendo casi tan famosa como la madre de Andreíta Janeiro.
Atando cabos, en los incendios y martingalas políticas y sociales, el que vive en una familia clásica es un puto conservador, como dice la tal Ana Gabriel, una chica cuyo padre emigró desde Minas de Riotinto y que proviene de una familia minera de Murcia. Cuando usa cortafuegos electorales, tiene el complejo Cruella de Vil.