1854.- El sol antes que el Papa25/04/2016
“Antes con el sol que con el Papa”, dijeron los ingleses, y así consiguieron que no se muriera su Shakespeare el mismo día que falleció nuestro Cervantes.
Al menos viendo la historia por el pitorro de una regadera, o sea, sin pretensiones académicas, aquellos diez días de desfase temporal del calendario consiguieron que el dios de la lluvia y de la calma no recibiera al unísono en el paraíso de los héroes literarios a Julieta y a Dulcinea, a Romeo y a Alonso Quijano, el romántico Caballero de la Triste Figura.
“El sol antes que el papa” es un modo peculiar de explicar la idiosincrasia de las naciones y la algarabía de sus creencias oficiales. Lo manifestaron los ingleses el día en que nuestra Teresa de Jesús murió en Alba de Tormes. Fue el jueves cuatro de octubre de 1582 y el día siguiente, por arte de birlibirloque del papa de Roma, fue viernes 15 de octubre. Los británicos del “antes con el sol que con el Papa de Roma” no cambiaron el calendario hasta el año 1752, eso dicen, yo qué sé, pues la cosa era tan delicada que parecía un caballo de Troya invadiendo las conciencias propias y las políticas ajenas.
El calendario gregoriano promulgado por el Papa Gregorio XIII mediante la bula Inter Gravissimas solo fue adoptado por España, Italia, Portugal y Polonia; los franceses, muy suyos, aplazaron el ajuste al mes de diciembre de aquel mismo año. Bulgaria no adoptó el cambio hasta 1916, la URSS hasta 1918, Rumanía hasta 1919 y Grecia hasta 1923; pocos años más, y Alexis Tsipras adopta aquel caballo de Troya papal después de llamar a consulta a nuestro Pablo Manuel Iglesias Turrión para que le explicara que “los medios de comunicación son el principal espacio de socialización política en un país, y que hacer política es cabalgar contradicciones”, cosas así suele decir.
Que “cada uno es como Dios le hizo y aún peor muchas veces”, es un alegato que hace nuestro Cervantes en El Quijote. Y sobre otro libro genial de nuestra Lengua Española, nuestro Miguel explica que “La Celestina sería un libro en verdad divino, si escondiera más lo humano”.
En aquel caballo de Troya del papa Gregorio, además de ciencia coexistía una manifestación corajuda de poder humano que escondía el poder divino del representante de Dios en el planeta Tierra.
Era el auge del lobby en el mundo político y religioso. Algo parecido, mutatis mutandi (cambiando lo que haya que cambiar) a lo explicado por mi amigo Daniel Ureña en el Senado al presentar allí su “ACOP Papers número 4: El auge del lobby en España en el nuevo escenario político”; estaba invitado al acto pero coincidió lo del Senado con el acto organizado por el Colegio CASVI madrileño y mi amigo Juan Yagüe Sevillano ganó la partida de mi humilde presencia.
Atando cabos, la historia sería divina si escondiera más lo humano.