Volver a Artículos     
1848.- Hecho un cristo

21/03/2016

En las procesiones de Turégano, el resucitado aparece en la procesión del Domingo de Pascua infiltrado en un cuerpo de niño. No hecho un cristo, tres días antes torturado y crucificado. Le portan cuatro ángeles vestidos de ángel y con un niño o una niña en el interior del querubín. Es el final de la Santa Semana y triunfa el volver a empezar.
Cuando por eso de la modernidad y el laicismo loco, la Semana Santa deje de llamarse así, el Dios que regresa a la tierra vestido de niño será un pretexto para innovar nuestra culinaria con un nuevo postre y aumentar los beneficios de los mercaderes del templo. Como cuando el Galileo visitó el Templo de Jerusalén, cuyo patio es descrito como "lleno de ganado" y tablas de cambistas, que cambiaban las monedas griegas y romanas por monedas judías y tirias (las únicas que podían ser usadas en las ceremonias del Templo). Jesús se molestó tanto por esa situación que formó un látigo con varias cuerdas y a golpes hizo salir al ganado y tiró las mesas de los cambistas y de los vendedores de palomas, haciendo caer las monedas por el suelo. Hoy, se hubiera avisado a la Guardia Civil para conseguir abordar el redil de lo profano y ayudar a los podemitas a cambiar los pasos religiosos por pasos laicos y colocar a la Virgen María apoyada en el quicio de una mancebía.

Aunque escondido tras las cañas duerma siempre el primer amor, ya se están clavando las cruces en el monte del olvido. Pronto desfilarán los niños y los mayores vestidos de Blancanieves, Pulgarcito, los Tres Cerditos, el perro Snoopy y su secretario Emilio, Simbad, Ali babá, Gullivert y hasta Milú, el perro de Tintín, irá en la procesión laica persiguiendo a los que por entonces sean los malos. ¡Será el hazmerreír! Lorca cantaba que el sueño va sobre el tiempo flotando como un velero y que nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño.
Si cuando hace cuatro años tuve el honor de ser el pregonero de la Semana Santa de Segovia hubiera contado en la catedral estas bagatelas, me hubieran crucificado por hereje y provocador. Aún recuerdo que cuando la Junta de Cofradías Segovianas me hizo entrega en la Sala Capitular de unas bellísimas cubiertas bordadas para colocar allí mi pregón, repetí las palabras que unos minutos antes grité a los heraldos de la Junta de Cofradías en la Plaza Mayor: “Servir a Segovia es siempre un honor, pero servir a Dios en esta Catedral es un honor mucho mayor”. Hoy, me hubieran crucificado por ese alegato.

Atando cabos y hecho un cristo, debería haber recordado este proverbio árabe: “Cuatro cosas hay que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada”.

  Volver a Artículos