1796.- El corto vuelo del gallo11/05/2015
En cierta ocasión, conocí a un hombre pobre que encontró en su camino un antiguo amigo que tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros.
Como el menesteroso se quejaba de las dificultades de su vida, el milagrero tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en oro. Se lo ofreció al indigente, y éste se lamentó de que aquel obsequio era muy poco para él. Para complacerle, el amigo generoso tocó un león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. Como el hombre pobre insistía en que ambos regalos eran poca cosa para él, el hacedor de milagros le preguntó sorprendido qué más deseaba. “Quiero tu dedo”, le contestó desabrido el eternamente insatisfecho.
Algo así en tiempos de Maricastaña cuando a la Unión de Centro Democrático los votos y las injurias la mandaron al ostracismo. ¡Cómo no recordar un genial artículo periodístico del maestro Pedro Rodríguez, ABC 21 de febrero de 1983, titulado “El corto vuelo del gallo”:
"No se formará remolino como en los grandes naufragios. Ni se guardó un minuto de silencio. Ni apenas se la citó en el orden del día. UCD murió, al fin, por eutanasia. Como todos los partidos que Suárez ha llevado a la tumba: van tres y antes que el gallo cante serán cuatro. No toméis a broma el entierro del Centro español. Queda un terrible agujero negro en el espacio sociológico español. Cinco millones de frustraciones..."
Yo mismo renuncié al cargo de presidente de la UCD del distrito de Fuencarral-El Pardo, el más extenso de Madrid, y a la jefatura del Gabinete del primer presidente de Castilla-La Mancha.
De aquel artículo de Pedro Rodríguez se carcajearon en su día Jaime Campmany en ABC, y en el País un tal Francisco Alejandro Pérez Martínez, un cuentista, ensayista y periodista que se hacía llamar Paco Umbral.
Aunque encuentran mucha gente que discute los precios y solicita descuentos, los líderes actuales venden a gritos palabras para consignas, eslóganes, membretes y falsas ocurrencias. Tratan de aplicarlo a los decepcionados de lo suyo y de los suyos que con la muerte en los talones vienen a Comala buscando a un tal Karl Marx, enterrado en Londres un siglo antes de cuando aquí acabó lo nuestro.
En Atenas, a mano alzada y sin debate se votaba públicamente el nombre de los políticos no deseados y de los ciudadanos molestos. Se inscribían sus nombres en conchas de ostras (de ahí la palabra ‘ostracismo’) y, si había mayoría de votos, los ciudadanos estampillados tenían que abandonar la ciudad en el plazo máximo de diez días, el corto vuelo del gallo, y permanecer exiliados del país durante diez años, el largo vuelo del águila.