1690.- Ausencia y Dolor de Hombre18/03/2012
A Concha Barba
In memoriam
¿Qué hubiera sido de Julián Marías sin Lolita Franco, su mujer? Me lo pregunté muchas veces porque a los dos conocí y admiré. Así también con Rafael Morales y Concha Barba.
Aquel poeta universal que se nos murió en el año 2005, cuando escribió su primer libro, Poemas del toro, dijo que era una obra de tema “táurico”, no “taurino”. Rafael Morales amaba la vida sin despreciar la muerte, a pesar de que en la plaza de toros de su pueblo el 16 de mayo de 1920 un toro segara la vida del mejor torero de todos los tiempos: José Gómez Ortega, llamado Gallito y más tarde también Joselito.
Ahora que Concha, su mujer, se nos ha muerto, sufro porque fue mi amiga un tiempo. ¡Cómo no recordar en mi Carpe Diem de la Semana de Pasión a aquella compañera del Instituto Emilio Castelar de Madrid donde Joaquín Benito de Lucas, otro amigo talaverano, se esforzaba por mantener la calma en los últimos resuellos del franquismo!
Ya se decía por entonces que Concha era “la dorada sombra del poeta” pero algunos pensábamos que Rafael era la dorada sombra de aquella profesora dulce, cariñosa y sabia que se entregaba en cuerpo y alma a sus alumnos.
Si el talaverano Rafael Morales era el marido de una gran mujer, la vasca Concha Barba era mucho más que la mujer de un gran poeta. Desde que se conocieron, los versos del poeta fueron más íntimos, más humanos, más sinceros, ¡más poesía!, como si estuvieran escritos en el silencio sin fisuras de una voz compartida.
Mientras el pasado sábado pronunciaba el Pregón de la Semana Santa de mi pueblo, pensé que Rafael Morales llevaba ocho años agazapado en los umbrales del destino final esperando a Concha para entrar de su mano en la eternidad. Como si no se decidiera a dar el primer paso en la nebulosa incierta.
Me gusta la poesía de Rafael Morales. Especialmente la de AUSENCIA” y DOLOR DE HOMBRE: “Madera de ataúd es lo que crece
en esta primavera de los árboles”.