1643.- De castilllos y conjuras15/04/2012
Poseer un castillo es la mejor manera de ser un señor débil. Una ciudad amurallada es una ciudad debilitada. Los castillos y las murallas son una llamada a la conjura. Principios de Maquiavelo.
Un castillo, hoy es un monumento histórico. Una ciudad amurallada, un atractivo turístico. Como los vinos de marca, el cochinillo asado y el desmadre hasta el amanecer borracho con vuelo de ida y vuelta incluido.
El turismo es “el conjunto de relaciones y fenómenos producidos por el desplazamiento y permanencia de personas fuera de su domicilio, en tanto que dichos desplazamientos y permanencia no estén motivados por una actividad lucrativa".
La turismología, una ciencia que se inventó un tal Jovicic porque ninguna de las ciencias existentes podía realizar el estudio del turismo en toda su dimensión. Tan independiente, como el callejón sin salida por el que brujuleamos los españoles doscientos años después de la Pepa, aquella Primer Constitución Española que apenas vivió dos años (Cádiz 19 de marzo de 1812; Valencia 4 de mayo de 1814).
España es un castillo. Una ciudad amurallada.
Nuestro futuro es invitar al mundo mundial a conocer nuestras miserias y cobrar una tasa por hacer alarde de nuestras debilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades.
Un circo para ver españolear. Con dos nombres bien localizados: “El España” y “El Antiespaña”. En el Antiespaña, Catalunya, Galiza, Euskadi y Nafarroa. En el España, todo lo demás con excepciones. Aunque a catalanes y vascos les suene a poco, eso propone y dice Duran i Lleida, un político nacionalista catalán nacido en Aragón y que tiene fama de sensato y circunspecto. Un aborto en vez de un parto.
Con tantas variaciones esos dos circos, que los extranjeros llegarían a la piel de toro para turistear minicines, y los españoles y antiespañoles se pasearían por ella para conocer santuarios hermanos: el de Segovia, el de Toledo, el de Girona, el de Ourense, el de Gasteiz, el de Iruñea… El de Zamarramala también
“Los débiles tienen un arma: los errores de los que se creen fuertes”. Lo escribió Einstein y lo saben los conjurados.