1631.- Crónica de un naufragio05/02/2012
Corsario de sí mismo, Rubalcaba ha tomado al abordaje su propio barco (somos amigos y no festejaré el “Desperta ferro”). El perdedor por goleada de las elecciones generales ha evitado que, tránsfuga de sí misma, la Chacón se haga con las reliquias del naufragio; en la extraordinaria campaña publicitaria montada por su Miguel (Miguel Barroso, fuimos amigos, tampoco aplaudiré el “desperta ferro”), doña Carme era una catalana nacida en Andalucía y no al revés.
Después del abordaje, el Costa Discordia permanece a la deriva. Así la crónica: Con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, los aquilones duermen arrullados en el mar de los palacios mientras las gárgolas del desagüe y las quimeras de la azotea se carcajean.
Tan íntimos antes, mimitos después, el cántabro Alfredo Pérez, al repartir los restos del botín, ha dejado a la catalana para vestir santos; como si una cariátide decorativa del mascarón de proa del Costa Discordia.
Los piratas navegaban por su propia cuenta, los corsarios, por cuenta ajena. Históricamente hablando, tanto piratas como corsarios eran considerados héroes nacionales en sus países: berberiscos en el Mediterráneo, vitalianos en el mar del Norte, hombres de Mío Cid Campeador ganándose Valencia en el destierro obligado de su Castilla del alma.
Cuando Roger de Flor, un caballero y aventurero de origen ítalo-aragonés, comandaba a los almogávares, el emperador de Bizancio dio un banquete en su honor y sus trescientos más allegados fueron asesinados. Fue entonces cuando los almogávares se tomaron la justicia por su mano la famosa Venganza Catalana; mataban y morían al aterrador grito “Despierta el hierro”, Desperta ferro.
Mariano Rajoy y Javier Arenas están que se frotan las manos: el fulminado se ha convertido en el líder indiscutible de un partido político presidido por José Antonio Griñán, el presunto derrotado en su Andalucía.
"El horizonte se perfila oscuro y sin opción". Es la canción de Luz Casal que propone doña Carme para esconder el horizonte.
El Costa Discordia huele a humo de naufragio.