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1468.- Salsa de tomate

31/12/2008



En la tierra de Jesús de Nazaret, el 2008 murió a cañonazos, quise decir a cohetazos. La paloma de la paz agonizó vomitando sangre en el asfalto. Morir para sobrevivir, ¡qué paradoja tan injusta!
En la Navidad de este año ha vuelto la tragedia de cuando Herodes y los Santos Inocentes, aquella celebración instituida por Herodes Agripa II, el nieto del rey Herodes, para honrar la memoria de su abuelo conmemorando el sangriento edicto promulgado por él de matar a todo niño menor de dos años por temor al vaticinio de que se convirtiera en Rey de los Judíos. Antes era a machetazos, la muerte mirándote a los ojos, ahora aparece disfrazada de cohete que llega de improviso, sin ojos asesinos, sólo muerte.
En la tierra de Jesús de Nazaret, se abrió el 2009 en vez de con nieve y estrellitas, esa gran mentira, con sangre y desaliento. Desesperación, agonía, venganza, odio, represalia, impotencia… Dos mil y pico años soñando belenes de nieve y montañitas aseadas porque quedaba bonito y, de pronto, de nieve nada y las montañas están cubiertas de cadáveres. Herodes está arraigado en "el hombre" como un esperpento de muerte a bocajarro.
¿Dónde empieza la historia, dónde la leyenda en este mundo injusto de puertas cerradas y pateras de vivos que destilan hambre y cadáveres que rebosan desencanto? Pasa como con el emperador Tiberio en sus estatuas: un hombre de impecables facciones pero que en su belleza original estaba deformado por repugnantes úlceras y cicatrices. Nada que ver la “historia” y la “leyenda” con la inocentada, esa broma de un día y sanseacabó. Precisamente el día de los santos inocentes, ¡qué injusticia histórica!, la Humanidad reniega del dolor y acaba el año riéndose de no sé bien, ¡reír en vez de llorar!
La muerte busca igual al inocente y al marrullero. Si bien se mira, nada que ver la inocentada con el inocente. Hay variedad inmensa de inocentadas: fábulas, ficciones, quimeras, desvaríos, ensueños, farsas, utopías, marbetes, zetapeos… El marbete es el rótulo que se pega en las mercancías donde va escrita la marca, el fabricante, el precio. Es el emblema del aquí estoy yo para engañarte legalmente y jódete. El zetapeo, en cambio, es la expresión de pronósticos con el mismo rigor que si se hiciera la quiniela y luego, al equivocarse en los augurios, quedarse en la estación con el cabás del desengaño y mirar entre sonrisas al tren que se marcha. Es el augurio falso que da beneficios a corto plazo. Como cuando se asegura solemne que «No hay ninguna previsión de modificación legislativa en lo que afecta a la interrupción voluntaria del embarazo, ni razones suficientes que avalen una reforma en la dirección de una simple ley de plazos)», y un año después se presenta una ley de plazos para abortar y se luce cara pepiñoblanco.
Mientras llora el individuo, el "hombre" se ha vuelto de hielo. Lo decía Homero: "No hay cosa, de cuantas respiran y andan sobre la tierrra, más lamentable que el hombre". La política de salsa de tomate es la muerte antes del charco de sangre en el asfalto. No se ven los ojos del que imparte el machetazo. Es la estatua de Tiberio: todo el mundo sabe la verdad pero se piensa y dice que la sangre es salsa de tomate. A algunos, el hambre les hace adelantar años en entendimiento, a otros, las privaciones y la gazuza les producen atontamiento y se nota. Dicen que la mayor gloria de un pueblo libre es transmitir la libertad a sus hijos, pero morir y no ser echado de menos es jarabe de infamia —Confieso melancólico que echo de menos a los muertos. A todos los muertos. A los míos y a los que no supe que vivieron hasta después de saberles muertos—.
Aunque Fernando de Rojas, el de la tragicomedia de Calixto y Melibea, insistiera en que "a quien dices tu secreto le das tu libertad", te confío, lector amigo, el secreto mío del año que ha desaparecido como un vómito: echo de menos a los muertos. Te felicito el Año Nuevo en vez de con sonrisas, con lágrimas. ¡Feliz 2009!

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