1391.- El gato sabe esperar04/07/2007
Mañana se casa mi amiga Puri, se marcha con su marido de luna de miel, esa horterada obligatoria y casi divina, y Leo está triste. Leo no es White Heather, la famosa gata persa de la reina Victoria de Inglaterra pero pertenece a la misma raza. Leo no es Jack, el gato de Winston Churchill que asistía junto con su amo a las reuniones del consejo de guerra. Tampoco Gris-Gris, el minino de Charles de Gaulle... Mientras la miel de la luna de sus amos, Leo estará en casa de la madre de Puri y se le verá tristón y melancólico.
Piensan los gatos que el mejor mueble del mundo es el sillón -sirve para dormir y para arañar, dos placeres- pero Leo no es de esos y ha aprendido a respetar lo ajeno. Es un señorito civilizado.
Dicen que hay una diferencia entre los perros y los gatos: los perros aman a sus amos y los gatos son amados por sus amos; tonterías, a Leo le quieren y él ama a sus amos por más que le abandonen para irse de himeneo. Tendrá celos, entusiasmos, furias, ahíncos, apatía, recelo, envidia, pelusa…, pero no trascenderá al exterior su apasionada rebeldía. En la lucha dialéctica entre perros y gatos, alguien escribió esta carta: “Querido Amigo Perro, lamento mucho que te hayan enviado a la perrera municipal por la lámpara que tu no rompiste, el pescado que no te comiste, la alfombra que no orinaste y la pared que no ensuciaste con pintura roja. Mi ama se percató de las graves consecuencias producto del trauma que tengo por haber tenido que saltar desde la casa hasta el fondo de un barranco para que no me comieras, y por las veces que tuve que esconderme en la taza del baño para que no me encontraras. En fin, que las cosas acá en la casa están mucho más tranquilas y, bueno, para que veas que no hay rencores, ahí te mando una foto mía para que me recuerdes siempre. Muchos Saludos, El Gato”.
Leo nunca escribiría esa carta. Leo es un gato persa, o sea, peludo y suave como Platero, totalmente chato, no tiene morro y su diminuta o inexistente nariz está situada a la misma altura que los ojos. Parece un muñeco de peluche. Es de esos gatos persas que los libros llaman “tigres del sofá” porque les gusta dormir y descansar. Además es coqueto: exige mucho cuidado y dedicación, los dueños deben alabar su belleza a fin de mantener al minino contento. Tiene poderes especiales: es una especie de médium, capaz de establecer un vínculo telepático entre él y sus dueños. Hasta sabe predecir el tiempo. Es misterioso en su inefable proceder. Su maullido tiene infinidad de modulaciones diferentes, desde la voz suave de saludo hasta el insistente “dame la comida”.
Leo sabe esperar y brincará de alegría cuando, pasada su amargura del viaje de novios de su ama, la normalidad placentera llegue gatunamente a su vida de gato.
El misionero francés Albert Schweitzer se llevó consigo a su gata Suzi a Africa, donde fue adorada como una diosa por los nativos. Puri no se atrevió a llevarse a leo a Birmania. Con el alma en vilo y el cuerpo en silenciosa calma, Leo esperará tranquilo a su ama. No como aquel famoso gato de Domenico Scarlatti que fue la fuente de inspiración de su obra "La fuga del gato".
¡Toda la felicidad del mundo para Leo y, por supuesto, para mis amigos Puri y Diosdado!