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1344.- Arde Galicia

15/08/2006

A pesar del humo, las lágrimas de San Lorenzo de este año también montaron su charanga sideral. Arde Galicia, pero ellas, algo menos nítidas pero igual de misteriosas, funcionan y, como dicta la tradición y la picardía, pedí un deseo, luego otro, después un tercero, pero hay pocas estrellas fugaces y excesivos sueños permanentes. Son tantos los deseos incumplidos, que me hice un lío: eso ya lo pedí, te lo cambio, estrella fugaz; y solicité mi última apetencia: “¡Ojalá llueva esta noche sobre Galicia!”. Pero no llovió y el fuego siguió saltando aquí y allá: ahora en el Morrazo, luego en Costa da Morte, después en A Cañiza, al tiempo en Campo Lameiro, en Forcarei, en Xuntans, en Ourense…
Hasta vino Zapatero a contemplar la supuesta “trama” de los pirómanos. Llegó, vio y se fue por donde había venido. Parecía una estrella fugaz. Mientras, Touriño y Quintana, los dos socios, compiten para ver a quién le hace menos daño el asunto. Habría que sacar a los tres en romería para ver, desde abajo, quién es el menos hábil en gestionar esta locura. Quien domina su cólera, domina a su peor enemigo (debió escribirlo Séneca, pega que sea así) pero Touriño, el sucesor de Fraga, es un alma en pena que sonríe como si estuviera vivo, un túzaro (así dicen aquí) con cara de ermitaño. Cuanto más crecía el número de incendios sólo acertaba a decir: “La situación ha experimentado una tendencia de control y mejora”. Es un genio del no decir, casi un Rubalcaba achispado.
Leo la tercera y última parte, por ahora, de las Memorias de Manuel Fraga (“Final en Fisterra”). Este libro es una despedida, él lo sabe y lo dice: “Como corresponde a mi espíritu cumplidos los 83 años”. El cielo de Sanxenxo, este lugar donde mis agostos son casi primavera, está lleno de humo por el azote apocalíptico, pero leo de un tirón: “Cuando entra uno en Galicia, la sinfonía de las verdes y altas copas y el pateado de los abedules y de los carballos le hace saber que salió de la España árida para entra en la húmeda”. Mientras fue presidente de la Xunta de Galicia, su jornada de trabajo se iniciaba a las siete de la mañana y se dilataba, como promedio final, hasta las doce de la noche; “Todavía ahora estoy recuperando sueño”, suele decir. A Manuel Fraga le robaron la cartera hace un año y escribe ahora que “el fuego ya no es el iluminador de cordiales queimadas, sino el peligro de cada día, de una de nuestras mayores riquezas y bellezas, el monte gallego”.
El domingo, el cura de Bordones dijo en el púlpito que esto es peor que 40 Prestiges. No sé si lo de cuarenta es nombre tópico, bíblico o de cuando lo de Alibabá, pero destierro mi tristeza porque se celebraba también el bautizo de Beatriz, una niña que no entiende ni de fuegos ni de política y que, de seguir la LOSE con su guadaña de cultura, ni sabrá quién fue la Beatriz de Dante: yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
La lluvia vino cuando quiso venir y ya que la zurzan pero, como cantó Sabina, el invierno tardará en llegar lo que dure el otoño. ¡A esperar!

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