2056.- Ad libitum11/02/2017
Titulé este artículo “Estrellas mentirosas”, pero como en España y en medio mundo los incidentes se amontonan cada día, hice como si en lenguaje taurino “a porta gallola” —el lance en el que el torero espera al toro de rodillas enfrente de la puerta de toriles, antes de que el animal salga al ruedo, y cuando se produce la embestida, le burla mediante el pase de capa conocido como larga cambiada afarolada, en el cual el capote sujeto únicamente con una mano, se sitúa por encima del diestro, dirigiendo la parte del envés hacia el toro, el cual sale del encuentro por el lado contrario a la mano con la que el torero sujeta la capa— y me pasé a la expresión latina —ad libitum— que significa literalmente “a placer, a voluntad” y quiere decir “como guste”, intento que el lector saque las conclusiones que mejor cuadren a su manera de leer e interpretar como le venga en gana lo que hoy escribo.
Ad libitum es un término que se usa en disciplinas distintas como la música, la biología y la política —en latín no existentes tildes y por ello no he escrito “líbitum”, como nunca leería “sanitas” sino “sánitas”, ni “cáritas” sino caritas.
“El mentir de las estrellas” es una frase que se dice cuando se oye a otra persona ponderar excesivamente o mentir, y que a veces se completa citando la redondilla: “el mentir de las estrellas es muy seguro mentir”.
En cierta ocasión, varios arponeros sin arpón disimulados de asesores en la sombra, instalaron en la agenda secreta de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, el séptimo presidente del Gobierno de España de la etapa democrática y actual secretario general del Partido Socialista Obrero Español desde 2017––el marido de María Begoña Gómez Fernández y padre de Carlota y Ainhoa Sánchez Gómez––, una chuleta que decía “Haz aquello que puedas hacer, allí donde estés, con lo que tengas” —una cita de Theodore Roosevelt —1858/1919—, el vigésimo sexto Presidente de los Estados Unidos, recordado por su personalidad exuberante, su amplitud de intereses y logros, su personalidad de "cowboy", su masculinidad y su liderazgo del Movimiento Progresista, un período de activismo social y reforma en los Estados Unidos de América que podría interpretarse como un "no valen las excusas".
Después de conocer esa peregrinación histórica, ¿quién iba a decirme que un día, tal que hoy, intentando camuflar el guirigay político de este mes de abril iba a escribir sobre Jean-Paul Sartre (1905/1980), un personaje que, además de filósofo, escritor, novelista y dramaturgo, era un activista político marxista —ni la trastienda de Pedro Sánchez, el actual Presidente de Gobierno de España, casi siempre ausente de nuestro país y recorriendo caminos insólitos.
El 14 de octubre de 1964, Jean-Paul Sartre ––París 1905/1980–– el décimo escritor francés seleccionado como premio Nobel de Literatura en 1964 explicando en una carta a la Academia Sueca que lo rechazaba porque él tenía por regla rechazar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones establecidas del sistema ––fue pareja de la también filósofa Simome de Beauvoir–– y en el corazón de su filosofía estaba la admirable noción de libertad y su sentido concomitante de la responsabilidad personal explicando en una entrevista pocos años antes de su muerte, en que nunca había dejado de creer que «El hombre se hace a sí mismo».
Sartre envió una carta a la Academia Sueca pidiendo que no se le concediera el premio. Los miembros de esa Academia no le hicieron caso y pocos días después anunciaron al autor francés como ganador del Nobel de Literatura de aquel año. Sartre se reafirmó lamentando “profundamente” que el hecho se convirtiera en un escándalo. El autor de “La náusea” o “El ser y la Nada” rechazó el Premio Nobel “para no dejarse transformar en una institución”. Pensaba que aceptarlo le habría acercado más a uno de los dos bloques de la Guerra Fría y su ambición era, según dijo, el entendimiento entre ambos.
Aquel mismo año, Sartre escribió un libro titulado “Las palabras”, donde contaba la historia de su niñez, desnuda sus ingenuas miserias infantiles y desviste despiadado a su propia familia. Curiosamente, Sartre confiesa allí ser un farsante y un fingidor.
Si tras haber ganado las elecciones del 20 de diciembre de hace unos años la estrategia de Mariano Rajoy estaba apuntalada en la doctrina de Mao Tse Tung —“Si puedes ganar la batalla, lucha; si no, retírate"—, la de Pedro Sánchez está justificada por conseguir ser presidente del Gobierno de España a cualquier precio. Por su parte, Albert Rivera al principio utilizó la estrategia número once del libro “Las 36 estrategias chinas” —Sacrificar el ciruelo por el melocotonero—, pero cada día fluctúa en sus propuestas y hasta acepta alguna de las estrategias chinas de los Podemitas, unos saltimbanquis que, haciendo honor a su profesión revolucionaria, se mueven en siete de esas estrategias: “Fingir ir hacia el Este mientras se ataca por el Oeste”, “Aparentar tomar un camino cuando se entra a hurtadillas por otro”, “Pescar en aguas turbias”, “Matar al pollo para asustar al mono”, “Retirar la escalera después de haber subido”, “Abrir de par en par las puertas de la ciudad vacía”, y a la de “Hacerse daño a sí mismo para ganarse la confianza del enemigo” —es de manual que los encargados de diseñar y manejar estrategias y tácticas están adoctrinados en la cátedra frenética de los farsantes y los fingidores; el único lugar en que el éxito viene antes que el trabajo es en el diccionario. El éxito no llega por sí solo, sino que requiere mucho trabajo. Así que ponte manos a la obra, porque si algo quieres, algo te cuesta.
Si mal no recuerdo, creo que fue Aristóteles el que escribió que “El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice”, y atando cabos pienso que a Sartre le dieron el Premio Nobel de Literatura porque los miembros de la Academia Sueca sabían de sobra que él iba a rechazarlo. Mutatis mutandi, como cuando Pablo Iglesias Turrión, el hombre misterioso y subrepticio, exigió a Pedro Sánchez Pérez-Castejón la vicepresidencia del Gobierno de España y sus principales carteras ministeriales porque se sabía que el socialista a la deriva se lo iba a denegar.
Atando cabos, hoy ad libitum, en la trastienda de las estrellas mentirosas suele haber arponeros sin arpón escondidos en la sombra, especialmente en los un períodos de activismo social y reforma, y en las trastiendas de la gente importante debe hacerse lo pueda hacer y estar allí con lo que se tenga.