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2004.- El caos del superhombre

03/05/2018

El mundo es una puerta abierta al caos del destino, y un artículo periodístico casi siempre es el prólogo del siguiente y una especulación sin argumentos sobre el superhombre que se sacó de la manga Friedrich Nietzsche: “Zaratustra bajó solo de las montañas sin encontrar a nadie. Pero cuando llegó a los bosques surgió́ de pronto ante él un anciano que había abandonado su santa choza para buscar raíces en el bosque y el anciano habló así́ o algo parecido a Zaratustra: “No me es desconocido este caminante: hace algunos años pasó por aquí pero se ha transformado. Entonces llevaba ceniza a la montaña y hoy quiere llevar fuego a los valles. En la soledad vivía como en el mar, y el mar le llevaba…”

En el caos del destino, el planeta Tierra dejó de existir hace un millón de años y por eso es tan desangelado para las personas que en él creemos vivir.

Nuestra Tierra se mueve en la tercera órbita más interna de un planeta del sistema solar que gira alrededor de una estrella a la que llamamos El Sol, el más denso y el quinto mayor de los ocho planetas del sistema solar, el mayor de los cuatro terrestres o rocosos -según los expertos se formó hace aproximadamente 4550 millones de años, y la vida surgió unos mil millones de años después-. Es el hogar de millones de especies, incluyendo la de los seres humanos, y actualmente el único cuerpo astronómico donde se conoce la existencia de vida.

Como el olvido es el principio del final, cuando los humanos inventaron las palabras dejaron de ser místicos del espíritu, y el mundo de hoy es un presagio del caos, y no al revés. Es el desván de los jardines sin flores. Un plagio desfigurado del eterno superhombre -tras la puerta abierta al caos del destino, el modelo social ya no funciona y que el Dios de la vida y de la muerte perdone mi insolencia.

Cuando Samuel Langhorne Clemens, un popular escritor, orador y humorista estadounidense, escribió “Las aventuras de Tom Sawyer”, pocos sabían que ese escritor escribía con el seudónimo de Mark Twain.

Si Ricardo Eliecer Reyes Basoalto se hacía llamar Pablo Neruda. El portugués Fernando Pessoa escribía bajo el paraguas de varios heterónimos: a través de personalidades poéticas completas: identidades, que, en principio falsas, se vuelven verdaderas a través de su manifestación artística propia y diversa del autor original.

Pessoa no escribía su propia poesía, sino la poesía de diversos autores ficticios, diferentes en voz, estilo y modos. Publicó bajo el nombre de varios heterónimos; los más importantes, Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis. Incluso publicó críticas contra sus propias obras firmadas por sus heterónimos. El poeta portugués creó una obra heteronímica que parece un juego teatral con voces -personajes líricos y con inquietudes existenciales a la vez, tan opuestas como complementarias.

No sin razón se le ha llamado a Fernando Pessoa el poeta dramático o el poeta filósofo. Sus heterónimos son portugueses, ingleses y franceses poetas, cuentistas y ensayistas. La mayoría hombres, y entre los femeninos la joven María José. Pessoa. Fernando Antonio Nogueira Pessoa fue todos y cada uno de ellos. Nació el 13 de junio de 1888 en Lisboa y en esa ciudad murió de una cirrosis hepática el 30 de noviembre de 1935 ese día, se esfumaron también todos sus heterónimos.

Si Fernando Pessoa escribió “No quiero rosas, con tal que haya rosas. Las quiero sólo cuando no las pueda haber. ¿Qué voy a hacer con las cosas que cualquier mano puede coger? Lo que mi alma ignora eso es lo que quiero poseer”, Pablo Neruda escribió en la “Canción Desesperada” con que cierra sus “Veinte Poemas de Amor”: “Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. El río anuda al mar su lamento obstinado. Abandonado como los muelles en el alba. Es la hora de partir, oh abandonado! Sobre mi corazón llueven frías corolas. Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! En ti se acumularon las guerras y los vuelos. De ti alzaron las alas los pájaros del canto”.

Atando cabos hoy señalo que si el mundo es una puerta abierta al destino, los hombres somos un prólogo del caos del superhombre: una complejidad de la supuesta causalidad en la relación entre fenómenos -la eventualidad- sin que se observe una traza lineal que relacione la causa con el efecto -quien pueda entender, entienda: ”qui potest capere, capiat”, como dicen que decían los latinos.

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