1986.- El trincherazo16/01/2018
Mi último artículo en este periódico amigo (12 de enero de 2018), titulado “Masones en la trinchera”, causó ciertos problemas en Segovia y en lugares que callaré para no crear más inconvenientes. Se ha leído en medio mundo, incluida Cataluña, porque ya figura en mi web personal —artículo 1985; cuando llegue al 2000, tal vez ponga el cuentakilómetros a cero; un lector meticuloso me puso un WatstApp para explicar que en el tercer párrafo de ese artículo había escrito “Puigdemond” en vez de “Puigdemont”, ¡gracias!
Al día siguiente de aquel controvertido Atando Cabos sobre los masones catalanes, un periódico de tirada nacional publicó un artículo que parecía una respuesta a mi sorprendente propuesta. Así decía más o menos: Para ocupar el cargo de gran maestre de la masonería española hay un candidato independentista catalán: Ramón Viñals, un viejo (y reincidente) aspirante a ocupar el cargo de gran maestre de la masonería española. Viñals fue diputado de ERC en los años 80 y, recientemente, fue uno de los apoyos públicos con que contó Artur Mas para su aventura independentista del viaje hacia Ítaca —el trincherazo es un pase que suele darse al inicio de la faena, con la muleta bien cuadrada para dominar al morlaco desde las primeras embestidas y mostrarle quién manda durante la faena.
Viñals fue presidente de la Cruz Roja en Catalunya y uno de los fundadores de la Fundació Ferrer i Guàrdia —su hijo es uno de los dirigentes del deporte catalán—. Ahora, con 83 años cumplidos, un independentista confeso como Ramón Viñals al parecer vuelve a intentar dirigir la francmasonería española. Tengo esa duda, pero me quedo con la incertidumbre —en eso, estoy con François-Marie Arouet (Voltaire): “Dudar vale más que estar seguro”, decía.
He conocido y tratado a muchos masones, y como algunos dijeron por una anécdota no sé si llamarla divertida hasta se dijo que yo era masón. Fue en el año de maricastaña: cuando los estudiantes de la Complutense hacíamos las milicias universitarias en el Campamento de El Robledo de La Granja de San Ildefonso —Quince bajo la lona: “Margarita se llama mi amor, Margarita Rodríguez Garcés, una chica, chica pum del calibre 183...”
En el bullicio masónico y de otras bagatelas históricas, alguien se ha preguntado jocosamente quiénes serán los herederos de la Tierra. Preguntaré a Ildefonso Falcones que después de triunfar con “La catedral del mar” en el año 2007 escribió una novela de lealtad, venganza, amor y sueños por cumplir en la Barcelona del año 1387 titulada “Los herederos de la Tierra”.
Durante la última década del siglo XIX, Barcelona vivió una oleada de atentados terroristas anarquistas. El de mayor repercusión fue el atentado de la calle Canvis Nous al paso de la procesión del Corpus del 7 de junio de 1896 en el que seis personas murieron en el acto, y otras cuarenta y dos resultaron heridas.
El proceso de Montjuic tuvo una gran repercusión internacional, dadas la dudas que había sobre las pruebas en que se habían basado las condenas —básicamente las confesiones de los acusados obtenidas mediante torturas—, que también fue seguida por una campaña de parte de la prensa española en contra del gobierno y de los «verdugos», en la que destacó el joven periodista Alejandro Lerroux, director del diario madrileño republicano El País que con el título de “Las infamias de Montjuïc” publicó durante meses los relatos de los torturados.
Me pregunto si de verdad la masonería tiene tanto poder que se dice, y a lo dicho hoy me remito antes de la “coronación pagana” del próximo presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña que previsiblemente volverá a proclamarse presidente de la República de Cataluña Independiente.
Atando cabos hoy me acojo a esta greguería de Ramón Gómez de la Serna: “En lo más alto de la noche se comprende que los faroles viven para sí mismos” —un trincherazo de aquel escritor español que se murió en Buenos Aires en el mes de enero de 1963, el mismo año en que Lee Harvey Oswal asesinó a Kennedy, el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América.