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1933.- La abulia nacional

09/05/2017

El gaditano Pedro Muñoz Seca —abuelo materno de Alfonso Ussía— al que los comunistas fusilaron en Pracuellos del Jarama, hoy Paracuellos de la Esteban, escribió un sainete titulado "La casa de la juerga".
Cosas así decía: “Tengo un borrico canelo,/ más sabio que un profesó,/ con orejas de ministro/ y ojos de gobernaó./ Rebusna como si fuera/ diputao ministerial,/ y se come hasta el pesebre, / como cualquier consejal. / Yo quisiera que a mi burro / lo sacaran diputao,/ porque otros siendo más burros/ a ese puesto ya han llegao.”

Ángel Ganivet —Granada 1865/Riga, la capital y mayor ciudad de Letonia, 1898— fue un escritor y diplomático español. A su entender, la crisis de fin del siglo XIX de España fue causada por un problema colectivo fundamental: la abulia. Tomó posesión del consulado de Riga en 1898 y, entristecido por la grave situación de su nación, cayó en una desmedida depresión que le llevó a suicidarse tirándose desde un barco al río Dvina y, tras haber sido salvado en una primera intentona, volvió a arrojarse al río y esta vez se ahogó —“Suicidarse es subirse en marcha a un coche fúnebre”, escribió el madrileño Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), un escritor relacionado con el teatro del absurdo que se alejó del humor tradicional acercándose a otro más intelectual, inverosímil e ilógico—. Los restos de Ganivet fueron repatriados a Granada en 1925 y hoy reposan en el cementerio San José, un lugar frente a la Alhambra de la ciudad que le vio nacer.

Ciento veinticinco años después de su muerte, España y los españoles estamos contagiados de una previsible abulia nacional: la falta de voluntad o de energía para emprender algo y que se manifiesta por una disminución de la voluntad, por la incapacidad de llevar a término ciertas tareas y el desconcierto ante la necesidad de tomar decisiones positivas en la vida cotidiana.

La abulia se asienta en la “procrastinación” —la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes—: una ventana como aquella por la que observaba José Ortega y Gasset la pequeña y verde plaza cerca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, mientras escribía “Las meditaciones del Quijote”, su primer libro. Unos años antes, Miguel de Unamuno, el escritor, poeta y filósofo principal exponente de la Generación del 98 (Bilbao, 1864/Salamanca, 1936) escribió la "Vida de Don Quijote y Sancho” y en su Prólogo reflejó el antes, el presente y casi el después de lo que sucede en la España casi siempre en alucinación: “Me preguntas si sé la manera de desencadenar un delirio, un vértigo, una locura cualquiera sobre estas pobres muchedumbres ordenadas y tranquilas que nacen, comen, duermen, se reproducen y mueren… El verdadero porvenir es hoy. No hay mañana. ¿Qué es de nosotros hoy, ahora?... Creo que se puede ir a rescatar el sepulcro del Caballero de la Locura del poder de los hidalgos de la Razón… Lo guardan para que el Caballero no resucite…”

Las Cortes de la Segunda República Española incluyeron entre sus diputados a un grupo de intelectuales que deseaban colaborar en la construcción de una nueva España: José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Ramón Pérez de Ayala y, entre otros, Jerónimo García Gallego —Turégano, 30 de septiembre de 1893/La Habana, 10 de agosto de 1961; le llamaban “el Balmes del siglo XX”.

Atando cabos hoy rubrico que, como decía Otto von Bismarck Otto von Bismarck, el primer canciller del segundo Imperio Alemán (1871-1890), “España es el país más fuerte del mundo porque los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no han podido conseguido”.


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