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1925.- La escoba del diablo

25/03/2017

Para bien o para mal, los cuentos suelen ser fascinantes. Se parecen a la porra mágica del dios Dagdhda —el dios principal de la mitología celta irlandesa— que podía quitar la vida al golpear por un extremo y devolverla al golpear por el extremo opuesto.

Sin Charles Perrault, la mente humana no volaría en su paraíso de ensueños. Sin Cenicienta, El gato con botas, Pulgarcito y La bella durmiente, la Humanidad sería una montaña rusa a la deriva. Recalar en Chéjov, es cobijarse en su labor como cuentista; aquel médico, escritor y dramaturgo ruso está considerado el maestro del relato corto, el que marcó un antes y un después en el género. Si el alma fuera un reloj, Chéjov sería el relojero: alguien que conoce perfectamente las entrañas de ese artefacto y que sabe cómo es cada una de sus piezas y cómo funcionan sus engranajes.

Un país sin cuentistas es un muerto que nunca resucitará. Nuestro casi paisano Felipe Camino Galicia de la Rosa (León Felipe) de profesión era farmaceútico y dejó escrito que tan sólo sabía lo que había visto y que había visto que a la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos… y que el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos. Fue un exilado del franquismo y así decía de su estancia en México: "Aquí he gritado, he sufrido, he protestado, he blasfemado y me he llenado de asombro” —bien mirado, todas las guerras son guerras civiles y si el muro de Berlín estuvo en pie durante veintiocho años, la muralla de los cuentos deteniendo las locuras siempre estuvo, está y estará en el corazón colectivo de la Humanidad, un corazón compartido y muchas veces enfermo.

La escritora Alice Ann Munro, de nacimiento Alice Ann Laidlaw, es una narradora canadiense sobre todo de relatos. Está considerada como una de las escritoras actuales más destacadas en lengua inglesa. Nació tres meses después de que en España se proclamara la Segunda República, y ganó el Nobel de Literatura del año 2013 "por su maestría en los cuentos". Conocida como "la Chéjov canadiense", fue la decimotercera mujer en recibir el Nobel de Literatura y fue reconocida como "La Maestra del relato corto".

Se dice que cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo espanta moscas. También se asegura que cuando el diablo no tiene qué hacer, coge la escoba y se pone a barrer. El diablo es la tristeza, el aburrimiento, el pretexto, la desdicha, la evasiva, el subterfugio... —“El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta”, escribió Federico García Lorca.

El escritor Manuel Barrios, uno de los literatos llamados “arraluces”, era un francotirador que escribió el libro “El sacristán del diablo”, subtitulado “Vida mágica de Fernando Villalón” un poeta lleno de excentricidades que perteneció a la llamada Generación del 27 y que, miembro de la aristocracia sevillana, fracasó como ganadero en su intento de criar toros de ojos verdes. Villalón estuvo en el homenaje a Góngora que, organizado por el Ateneo de Sevilla, produjo la fotografía que ha servido para identificar a los principales miembros de esa generación de escritores españoles ilustres —Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre…

Se cuenta que cuando en cierta ocasión Villalón llegó tarde a una tertulia y explicó que “había tenido que ir a recoger al anticristo al tren”, era un cachondo. Suyo es el verso “Yo soy marinero en tierra” que utilizó magistralmente Rafael Alberti en el poema titulado con ese mismo nombre: “¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? Por qué me desenterraste del mar? (…) Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra…”.

Puesto que embarcado en aguas turbulentas hasta aquí he navegado, abandono ya la escoba del diablo y atando cabos me refugio en la mochila paradisíaca de Dagdhda, el dios de la vida y de la muerte. Además de la porra mágica que al golpear por un extremo podía quitar la vida o devolverla al golpear por el extremo opuesto, también tenía un caldero que siempre estaba lleno y que era capaz de satisfacer el hambre de cualquier mortal y de todos los mortales juntos.

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