1902.- Promontorio e Isabel12/11/2016
Sus hijos se llamaban Promontorio e Isabel. Un escritor inglés que murió el mismo día que el padre de esos dos muchachos ⎯diez días más tarde en su calendario particular por no seguir ese país el robo de diez días que el Papa Gregorio XIII formalizó en el año 1582 al calendario utilizado desde Julio César⎯ escribió que “El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos” ⎯Al final aclararé la paternidad de Isabel y Promontorio porque, como si una greguería de Ramón Gómez de la Serna, “la araña es la zurcidora del aire”.
España siempre necesitó una poción mágica, un Bálsamo de Fierabrás capaz de hacer frente a sus circunstancias históricas e histéricas. Después de una de sus numerosas palizas, Don Quijote manifiesta a Sancho Panza que él conoce la receta del Bálsamo de Fierabrás. Y en el capítulo XVII, el caballero de la triste figura muestra a Sancho que los ingredientes de ese brebaje son aceite, vino, sal y romero. Don Quijote los hierve y bendice al tiempo que reza ochenta padrenuestros, ochenta avemarías, ochenta salves y ochenta credos. Al beber el mejunje, don Quijote padece vómitos y sudores pero se siente curado después de dormir. Sin embargo, para Sancho el bálsamo tiene un efecto laxante, justificado por no ser caballero andante, o sea, porque ese potingue produce flojedad de vientre a la gente del pueblo.
Dentro de unos días se cumplirá el aniversario de una famosa boda en la que estuve en el banco de honor como autoridad política por aquellos días. Fue en el cuatrocientos aniversario de la boda en Esquivias de Miguel de Cervantes con Catalina Salazar de Palacios (día 12 del mes 12 de 1584). En aquella boda singular, además de lo del Bálsamo de Fierabrás, alguien me explicó que una amplia lista de personajes de la famosa novela tuvieron su origen en personas reales que vivieron y habitaron en aquel lugar durante el tiempo en que Cervantes vivió en Esquivias. Una circunstancia que ha llevado a múltiples cervantistas a considerar que la verdadera patria del Quijote, ese lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiso públicamente acordarse, era la villa de Esquivias: don Quijote (Alonso Quijada), el cura (Pero Pérez), el Bachiller Sansón Carrasco, Teresa Panza, EL Vizcaíno, Ricote el Morisco, Pedro Alonso, Aldonza Lorenzo… Lo mismo referente a los topónimos del lugar. Más de 40 lugares me señalaron. Respecto al bálsamo de Fierabrás, alguno de ellos me aseguró que él utilizaba aceite, vino, padrenuestros, avemarías, salves y credos para aliviar sus problemas estomacales.
Con esta frase, el famoso biógrafo cervantino Luis Astrana Marín resumió la especial relación que tuvo Cervantes con el Lugar de Esquivias, y especialmente de cómo su estancia allí le inspiró para escribir su obra más universal: “Sin Esquivias no hubiera existido el Quijote”.
Cuenta el mirífico Miguel de Cervantes en Los Trabajos de Persiles y Segismunda, su última obra aún sin publicar por entonces, que venía de Esquivias, la villa de los ilustres linajes, “para morir en Madrid” (así dice). Se hospedó en una casa austera del Barrio de las Letras, en el centro histórico de Madrid y, días después, por expreso deseo personal fue enterrado en el Convento de las Monjas Trinitarias Descalzas, situado a 200 metros de ese domicilio. Por aquellos días, así se describe a sí mismo: “Éste que veis aquí de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros.”
Con Catalina Salazar, la legítima, Miguel no tuvo descendencia. Sus dos hijos conocidos son anteriores a ese matrimonio. En el capítulo VIII de su "Viaje al Parnaso", Cervantes menciona a Silena, una mujer con la que en 1575 tuvo su primer hijo, Promontorio, un nombre entonces muy común en Nápoles. El otro hijo del Príncipe de los Ingenios fue una niña: Isabel de Saavedra, nacida en Madrid el 19 de noviembre de 1584 fruto de unos amores que tuvo con Ana Franca de Rojas o de Villafranca. “Cada cual se fabrica su destino”, escribió el propio Cervantes, creo que en el capítulo 4º de la Segunda Parte de El Quijote, pero él nunca se olvidó de Isabel y Promontorio.
Atando cabos digo que, independientemente de la vida azarosa del Príncipe de los Ingenios, sin su obra escrita, principalmente El Quijote, el idioma español no sería lo que es y, mientras las arañas zurzan el aire, lo que seguirá siendo en el persaecula.