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1868.- Liberar al mono y rescatar a la princesa

26/06/2016

Ahora que los británicos han tomado la decisión de abandonar la Unión Europea —el leave ha ganado al remain; ya no están en la Unión Europea aunque sigan siendo Europa—, recuerdo haber escrito más de un vituperio y alguna alabanza de las Memorias de Franz von Papen, un político, militar y diplomático alemán de la República de Weimar y del Tercer Reich (1879/1969). Me apasionaba su lectura —cien pesetas pagué por aquel volumen de setecientas y pico páginas de la Editorial Espasa. Era la cuarta edición, o sea, que estoy refiriéndome a los apasionantes tiempos que me tocó vivir como humilde protagonista de la Transición Política Española.

No suelo respetar la estructura física de los libros. Prefiero palparlos y añadir subrayados dentro y fuera de los márgenes.
Por no haber utilizado en su día un abrecartas o un cuchillo que abriera las páginas cerradas por los bordes, al menos diez cuadernillos de ese libro siguieron confinados hasta hoy. Trato ahora de desflorar su contenido y leo algunas ideas discutibles de aquel alemán desconcertante y transcribo el texto real de varios párrafos que en el susodicho ejemplar estaban desmoronados por tachados y acotaciones casi ilegibles —alguien llamó a los procesos defensores de ideas y contenidos “liberar al mono y rescatar a la princesa” —: “Bajo la pretensión de impedir un intento de suicidio por parte de cualquiera de los prisioneros, se estacionaba un guardián al exterior de cada puerta, que se cambiaba cada dos horas, noche y día”. Y dos líneas después: “En las pasarelas había una luz cegadora y había montado un reflector al exterior de cada puerta para iluminar a cada preso. Dependía del humor del guardián el que esta luz fuese dirigida a nuestras caras o ligeramente a un lado. Teníamos que dormir sobre nuestro lado derecho para que nuestros rostros fueran siempre visibles.”

Como si de nuevo se abrieran las puertas de un toril imprevisible, retormo a Franz von Popen: “En las elecciones del 14 de septiembre de 1930, los comunistas ganaron 23 puestos más, y los nazis aumentaron sus fuerzas de 12 a 107 puestos”. Me pregunto también si éste otro párrafo está sacado de un medio informativo manipulado y manipulador de la comunicación mediática o si pertenece al segundo párrafo de la página 287 del controvertido libro de Papen: “Ya he dicho que su característica más acentuada era su casi patológico sentido del poder y su deseo de alcanzarlo. Esto resultaba fortalecido por su absoluta convicción de su propia infalibilidad”.
Suelo moverme por apreciaciones subjetivas del presente, y hoy trato de balancearme en el quehacer político del cada día tiene su afán.
—¿Qué va a pasar, qué nos va a pasar, todo se ha perdido, comienzan mejores tiempos? —nos preguntamos al ignorar si es el bosque quien no deja ver los árboles o si son los árboles quienes esconden las arboledas umbrosas.
Con un pase de aliño para lidiar al morlaco con rapidez, intento repescar y refrescar algunas ideas de los españoles, los europeos y los británicos en estos días de preocupantes implicaciones sobre los avatares del futuro imprevisible de su convivencia.

Los europeos de dentro de la Unión quedamos a la espera del morlaco sobrero que los británicos han desenganchado de nuestro ruedo político. Sin ayudarnos de palitroques, monosabios, mulilleros, comparseros, areneros y de otros intérpretes del nuevo ruedo europeo, sabemos que poco o nada importa liberar al mono y rescatar a la princesa.

Como sin el Paráclito la infalibilidad es un camelo, atando cabos digo que en la nueva pasarela hay luces cegadoras y reflectores al exterior para iluminar a quien corresponda.

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