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1865.- De fábula

02/06/2016

Acabo de recibir esta fábula con moraleja:
"Por si a alguien le interesa , un conocido ha comprado una entrada para la final de la Champions League de Milán sin darse cuenta de que la fecha coincidía con su boda . Si alguien puede y quiere ir en su lugar, la boda es en la iglesia de San Antonio y la novia se llama Sandra; está todo pagado, es solo ir y casarse con ella."
Al rebufo de tan deplorable fábula, pienso que pocos saben exactamente quién fue Esopo, el insigne fabulista griego, y hasta se duda de su existencia. Algo parecido a lo que pasa con Homero, el fascinante creador de sublimes gestas heroicas.

Más de dos mil quinientos años después, como si yo fuera un pertiguero —el ministro secular que, llevando en la mano una pértiga guarnecida de plata o de oropel, acompaña a los que ofician en ciertos ministerios—, traigo a las semanas previa al 26-J tres fábulas que parecen gobernadas por el portador de esa pértiga mandamás guarnecida de plata o de oropel:
Érase un pastor que encontró un joven lobo y se lo llevó a su aprisco para enseñarle a robar las ovejas de los rebaños vecinos. Pronto, el lobo, ya crecido y demostrándose como un excelente alumno, dijo al pastor: “Puesto que me has enseñado muy bien a robar, pon buena atención en tu vigilancia, o perderás también parte de tu rebaño”. La moraleja es clara: "Quien enseña a hacer el mal, tiene que cuidarse de sus propios discípulos".
Del mismo autor, esta otra fábula altamente malintencionada: "Hizo Zeus una proclama a todos los animales prometiendo una recompensa a quien su hijo sea juzgado como el más guapo. Vino entonces la señora mona junto con los demás animales y presentó, con toda la ternura de madre, un monito con nariz chata, sin pelo, y enfermizo, como su candidato para ganar el premio. Una gran risa fue el saludo general en su presentación. Y ella, orgullosamente, dijo: “Yo no sé si Zeus pondrá su premio sobre mi hijo, pero sí sé muy bien, de que al menos en mis ojos, los de su madre, él es el más querido, el más guapo y bello de todos." O sea, que debemos estar orgullosos de lo que amamos, y no tener miedo a publicarlo.

Existen extraños momentos en que por circunstancias del azar obtenemos lo que no se pudo obtener de otra manera.
Casi como en esta otra fábula del mismo autor y que, a mi juicio, es el gozne de la sabiduría prefijada en los dos relatos anteriores: "Salieron a pescar al mar unos pescadores y después de largo rato sin pescar ni flores. Los pescadores aquellos, decepcionados se sentaron en la cubierta de su barca lamentando su mala estrella y, de pronto, un atún perseguido que huía ruidosamente dio un saltó y cayó por error en la barca de los decepcionados pescadores, y lo tomaron y vendieron en la plaza de la ciudad."
La moraleja cuatripartita es que siempre gana quien más aguante tiene. O sea, que el pupas casi siempre acaba siendo el vencedor.

Atando cabos, el pertiguero es el destino jugando al póquer con Esopo, Homero y el pupas triunfante, un señor que por allí pasaba y que de fábula sabía lo que allí pasaba.

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